Por Vladimir Jiménez Puerta (Director Jurídico Jiménez Puerta Abogados)
En el contexto económico actual las compañías orientan todos sus esfuerzos al crecimiento y desarrollo de sus potenciales, procurando tener una mejor posición en el ajedrez de los mercados, donde cada jugada involucra factores externos que escapan al dominio del empresario.
Diversos elementos de mercado, decisiones e inversiones erráticas, costos financieros, variación de las políticas macroeconómicas, incertidumbre en materia cambiaria, son solo algunos de los aspectos que definen la diferencia entre el éxito y el fracaso de una actividad empresarial a la que siempre ronda el fantasma de la insolvencia.
Hoy se sienten en nuestro país, los efectos de una incipiente crisis que golpea con fortaleza algunos sectores de la economía generando un efecto dominó que impacta negativamente el crecimiento de las empresas y por el contrario hace que se extiendan las dificultades como si se tratara de una enorme ola incontenible.
Lo que hasta hace unos años solo afectaba algunos neófitos empresarios pequeños y medianos, hoy golpea grandes organizaciones con estructuras sólidas, generando un paradigma según el cual una situación de crisis no tiene nivel ni estrato, pues lo que antes obedecía a situaciones marginales hoy se erige como un flagelo que se debe afrontar con decisión.
De acuerdo con cifras oficiales de la Superintendencia de Sociedades, extraídas de su portal web, 2.161 empresas se encuentran tramitando procesos de reorganización empresarial y de validación judicial, y 414 empresas se encuentran en procesos de liquidación judicial.
Lo relevante de estos datos estadísticos es que 884 empresas hoy se encuentran surtiendo el cumplimiento de un acuerdo de reorganización, significando que, si se logra desarrollar eficazmente un plan de negocios o de recuperación, y si adicionalmente confluyen positivamente los elementos externos que inciden en la actividad, es posible superar cualquier situación de crisis.
Es un juego que inicia con marcados intereses opuestos y luego de trasegar el camino de la negociación empieza una etapa de transformación no siempre pacífica, donde finalmente todos ponen – unos más que otros-, todos ceden -unos más que otros-, y a pesar de que la orientación no es común, se procura lograr un acuerdo para cumplir el propósito que define la ley como la oportunidad de honrar el derecho de crédito y salvaguardar la empresa como unidad de explotación económica.
Es cierto que no toda dificultad económica encarna en sí misma una situación de crisis y también es cierto que una crisis puede escapar a la voluntad del empresario, pero el deber de un empresario y de los administradores tan pronto se advierta esta situación, es acudir oportunamente a mecanismos eficaces de salvamento, porque el fantasma de la insolvencia siempre rondara la actividad de su empresa.